29 de agosto de 2012

Entre andenes

Pero mira bien las calles, están todas llenas de gente andando con rumbo o sin. ¿Lo ves o no? Porque no es lo mismo ver que mirar. Yo veo pequeños mundos andando de arriba hacia abajo, cogiéndo el metro, tomando café. Interconectándose sin parar. Pequeños soñadores, almas perdidas, vagabundos, ricos de corazón, probres de espíritu; prostitutas, inocentes, culpables, frustrados, ilusos, perezosos, hipócritas, utópicos... Veo palabras, miradas, rencores que se clavan como espadas entre toda esa heterogeneidad de almas. Bajan, suben a los vagones; bajan, suben las escaleras; aprecian el Sol pero no se dan cuenta de lo maravilloso que es. 
Son los pequeños tornillos de una gran máquina, se coordinan, probablemente cumplan su papel; pero no tienen ni idea de cuál es la finalidad. Van moviendo como ignorantes el motor de no saben qué máquina, para completar no saben cuál función. Son tan limitados, que únicamente ven lo que tienen delante de sus propias narices, y creen con certeza absoluta que el límite de la realidad lo establecen los sentidos; y a veces, incluso ni eso.
¿Y sabes qué es lo peor de todo? Que tu y yo formamos parte de esa multitud...

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