18 de abril de 2011

Nostalgia


Que mejor manera de sentir que verle a él, recurrir a las pocas fotos que tengo, después de con un clic y un par de decisiones más, lo borrase de mi vida (quién sabe, si para siempre).
Ahora mirar sus fotos era diferente. Algún día podía sentir todos y cada uno de los momentos que alguna vez vivimos juntos. Veía sus manos, su cuello, su espalda y hasta el roce más frágil entre ambas pieles se revivía en cada uno de mis poros. Miraba sus ojos, que para cualquiera que los viese, serían los ojos menos especiales del mundo, y que para mí eran singulares ante todos los demás. Quizás no fuesen sus ojos, quizás fuese su mirada, pero nunca una mirada me había pellizcado de esa manera lo más profundo de mí. Esos ojos pequeños y negros (un negro que brillaba de una forma que jamás podré describir) me dijeron más mentiras (o eso creo aún) que las que su boca me llegó a decir (y no eran pocas). Me he dado cuenta de que la única condición que debe cumplir una persona en tu vida, para que no la olvides jamás, por más que pasen los años y ya no sientas nada por ella, es hacerte daño.
Hoy sin embargo, a las once, casi las doce de la noche me he vuelto a acordar de él. Ahora no lo hago muy a menudo, pero cuando lo hago, lo hago con la misma intensidad que meses atrás. Miro su foto y hoy, sentí algo diferente. No vi a esa persona que me despertaba una atracción fatal y que se había reído de mí (con más o menos conciencia) durante tiempo. Hoy veía a ese niño que lo pasó mal y que ha intentado por todos sus medios poder ser normal (que sigue la norma), y por consecuente, no hacía más que caer de error en error. Ese pobre niño que no tenía culpa, o solo en una mínima parte de todo lo que es. Que tal vez te sonría por no llorar. Con esos ojos, esos ojos que...

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