Te descubres, de repente, en medio de una asombrosa obsesión pintada en hoja blanca, guardada entre una mesa y tú. Pupilas dilatadas, agitación en el pecho, fórmulas. Recuerdos de fracasos, pensamientos, deducciones, estrés, responsabilidad, fórmulas. Cansancio, colapso, madera, hojas y más hojas (palpitaciones) y fórmulas, sobre todo fórmulas, especialmente fórmulas.
Pero descubrirte en una especie de delirio que es más real que onírico, asusta. Y de nuevo, pupilas dilatadas. Entonces oyes la orquesta que suena entre dientes que rechinan sin cesar, y en medio de tantas fórmulas, relucen carcajadas de personas que dejaron la cordura en el intento de estar cuerdas.
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