26 de diciembre de 2011

La poesía es un arma cargada de futuro - Gabriel Celaya


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles,
amorosas crueldades.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo,
cultural por los neutrales, que lavándose las manos
se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren.
Y canto respirando. Canto y canto y cantando
más allá de mis penas,
de mis penas personales me ensancho.


Quiero daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso, con técnica, que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España,
a España en sus aceros.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

10 de diciembre de 2011


Cuando me siento libre, me siento libre como un pájaro, incluso más, no hay nada que me pare. Siento que eso que hay en mí es ilimitado e invencible. Siento que se expande más allá de todo lo que me rodea, que se expande por toda la realidad, sin ningún tipo de fronteras y con una fuerza gloriosa, que llena de plenitud mi pecho y me hace sentir viva: ser yo y serlo todo. Y me vuelve omnipresente dentro de mis posibilidades de presencia. Una libertad que potencia mi sentimiento y lo afina de una forma completamente coordinada con mi pensamiento y me permite sentir y pensarlo todo.

7 de diciembre de 2011

A veces pasa que la decepción cobra vida propia en tu vida y le puedes poner boca y ojos, y sin importarle las lágrimas que derrames, sigue presente. A veces, incluso le puedes poner un nombre, o un par de ellos. Decepción te ve por las mañanas y te quiere depende del día. Decepción depende del día te habla. Ella está regida por el egoísmo y los valores que le faltan son la escusa de su nombre.
Decepción te mira a la cara y te dice "te quiero", y al girarte en despedida te empuja sin darse cuenta (o sin importarle si te empuja), porque al fin y al cabo Decepción no es mala, solo está triste de ser como es: decepcionante.



[Parar los pies al ser humano para que Decepción no aparezca.]

3 de diciembre de 2011

Circular

Son ese tipo de palabras que me erizan la piel, que activan seis de mis cinco sentidos.
Yo seguía con la boca cerrada; esquiva a sus miradas para no dar ningún margen de error, para no invocar ningún tipo de sospecha sobre la alocada dirección de mi auto control. Seguía serena, con la sonrisa entre cerrada, con la sonrisa medio abierta, irónica, con ese gesto en la cara que suele tener la gente cuando controla una situación. Pero faltaba lo básico, la esencia de esa realidad: la calma.
En cambio él sin ningún tipo de disimulo continuaba su repertorio ignorando mis adentros, medio inmune a mis afueras. No necesitaba disimular porque no ocultaba nada, él jugaba con ventaja. Entonces, de nuevo mi mente se perdía para naufragar entre el infinito debate moral, de mostrarme o de seguir sin mostrar nada, y así, volvía a perder el hilo de la conversación hasta que la mencionaba nuevamente.
Son ese tipo de palabras que no sabes como, pero dicen más de lo que en sí mismas podrían decir. Rebeldes a su naturaleza, salvajes con su comportamiento. Que despiertan lo que en ti ya está hecho cenizas, que encienden lo que en ti ya está dormido y te dejan expectante... Pero al volver a la realidad, toda la expectación se concentraba en mi mirada, curiosa por saber si él sabía lo que me estaba haciendo, o simplemente, lo hacía sin saberlo.