Es
como si el paso del tiempo hubiese sido invisible para mí. De
repente ya estaba aquí, pero no sabía cómo había llegado; y
aunque fuese capaz de recordarlo, no me parecería real.
Me
levanté a las siete, como de costumbre. Era lunes. Sentía el
estridente sonido del campanario marcando los quince minutos que
había perdido, pero yo siempre permanecía inalterable ante el
tiempo. Hoy Marco me esperaba en el café, para darme la apasionante
noticia que lleva días queriéndome contar. Otro viaje, seguro.
Hace
días empecé a darme cuenta como todas aquellas metas y pasiones que
un día establecí con emoción, las alcancé con la ausencia del
placer que supuestamente comportaban. Me gustaba viajar, quería
sacarme la carrera y poder trabajar en diferentes partes del mundo...
y ahora, que lo tenía en mis manos, no me importaba. Quería algo
más, diferente, pero ya no tenía la esperanza de obtener ningún
tipo de satisfacción. Únicamente quería salvar mi vida del caos
del aburrimiento, de permanecer estancada como el agua en una bañera,
de condenarme a la putrefacción con el paso de los años, por culpa
de no haber conseguido ningún clímax al final de un largo trabajo.
Solamente quería un camino, no una meta. Pasar el tiempo concentrada
en algo que me impidiese acabar de darme cuenta de que la felicidad
son un grupo de momentos ampliamente distribuidos, y prácticamente
imperceptibles.
Allí
estaba él con su chaqueta azul, mirándome por la cristalera del
local. Era inevitable no apreciar la elegancia que desprendía al
bajarme del coche destartalado, con el físico tan poco agraciado que
me había dado Dios, si es que existe. Hoy Marco tenía el gesto
soberbio. Me aterrorizó antes de entrar al bar. Ya me había pedido
el desayuno y se disponía a contármelo.
Marco
en ocasiones era dañino, desgraciadamente, siendo consciente de
ello. Le gustaba sentirse importante delante de la gente y demostrar
su agilidad mental en cada comentario que salía de su boca. Si algún
día se fijó en mí, fue por la resignación de no poder utilizar
sus trucos. Mi mente nunca ha sido muy despierta, y mi ignorancia me
imposibilitaba seguirle el juego. Todo esto le daba un atractivo
singular.
Empezamos
a hablar, y lo dijo de golpe y sin miramientos. Son ese tipo de
palabras que me erizan la piel, que activan seis de mis cinco
sentidos. Yo seguía con la boca cerrada; esquiva a sus miradas para
no dar ningún margen de error, para no invocar ningún tipo de
sospecha sobre la alocada dirección de mi auto control. Seguía
serena, con la sonrisa entre cerrada, con la sonrisa medio abierta,
irónica, con ese gesto en la cara que suele tener la gente cuando
controla una situación.
En
cambio él sin ningún tipo de disimulo continuaba su repertorio
ignorando mis adentros, inmune a mis afueras. No necesitaba disimular
porque no ocultaba nada, él jugaba con ventaja. Entonces, de nuevo
mi mente se perdía en el infinito debate moral: decirle que le
quería o no decírselo.
Marco
se iba a casar y con ello se disipaban completamente las
posibilidades de recuperar una de las pocas cosas por las que había
valido la pena vivir. Quedé muda, hundida. Al fin y al cabo era la
reacción que el perfecto manipulador estaba esperando. Le felicité
y me fui.
Llegué
al trabajo pálida pero ese pálido se volvió transparente al saber
que me habían despedido. Me quejaba de la rutina, y la vida me
regaló un día lleno de sorpresas; una chica afortunada, sin duda
alguna. Tenían que reducir plantilla y los novatos fuimos los
elegidos. No intenté reclamar nada, ya daba igual, encontraría otro
trabajo.
Vives
tranquilo hasta el poderío del destino te lo destroza todo con más
fuerza que un huracán, y tú, te quedas pasivo, no tienes nada que
hacer contra ello.
Me
sentía extremadamente frágil en aquel momento, si me hubiesen
tocado con un dedo, me hubiera derrumbado. Sin embargo, estaba
parcialmente cómoda dentro de mi estado de fragilidad, como si ésta
fuese provocada por una percepción correcta de una realidad
desagradable, percepción a la cual aspiraba en mi estado normal. Por
otra parte, el poner en duda si la situación realmente podría ir
peor, me proporcionaba fuerza. Mínima, pero fuerza. Como si no
tuviese nada que perder porque ya lo tenía todo perdido; la fuerza
del superviviente, la hija de la espada y la pared, de la vida y la
muerte. Como si
fuese empezar de cero el camino que tanto buscaba.
¿Este es tuyo?
ResponderEliminarMe encanta. Esa forma de describir los sentimientos, lo que ella piensa... muy, muy bueno, de verdad!
Muchas gracias Alex y sí que es mio! :)
ResponderEliminarPues es genial. En serio! Me ha recordado mucho a una historia que escribí hace tiempo pero creo que no supe escribirlo tan bien como tú. Esa sensación de fragilidad... Échale un vistazo si quieres,
ResponderEliminarhttp://defectosdeforma.blogspot.com.es/2012/01/suspiros-en-el-viento.html
Un saludo y... sigue escribiendo! :)
Es verdad que te abriste el blog, voy en seguida!
ResponderEliminarEDITORIAL PORTILLA FOUNDATION
ResponderEliminarLo invitamos a unirse a la EDITORIAL PORTILLA, una editora sin fines de lucro, las ganancias de la editorial serán invertidas en la lucha contra la Diabetes. Aquí los escritores podrán publicar sus obras por el Internet y en las cadenas de librerías en los cinco continentes sin costo alguno. No rechazamos a nadie porque creemos que todo pensamiento merece ser preservado para las futuras generaciones. Todos los escritores recibirán en 50% de las ganancias por el Internet y el 10% por las ventas en las librerías. Tenemos varias convocatorias para concurso. Visite nuestra página web: www.editorialportilla.com o envíenos un correo a: editorialportilla@hotmail.com
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