La ley de las prioridades sufre de ambigüedad y de injusticia. Cada uno tiene sus razones para anteponer la Y a una X. Cada uno tiene sus valores, para decidir, que es lo que más importa.
Si yo obtuviese conclusiones de esa decisión, me podría equivocar.
No pretendo que con palabras ahuyenten lo que es evidente, ni que me intenten convencer cuando tengo una opinión. Si las cosas cambiaron, es porque quise mentirme, porque si los hechos hablaran hoy, para mí, no existirías.
Pero a veces querer una persona es suficiente argumento para que yo siga ahí.
Impotencia es lo único que sufro, hoy, porque tomar de nuevo la decisión de siempre no sé si servirá.
Me canso de mis tonterías y de las suyas, a veces me siento gilipollas por seguir girando en este ciclo. No te importa nada, no finjas, y si tus palabras me dijesen lo contrario, un año de argumentos te contradirían.
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