11 de enero de 2012

Y las uñas en las paredes

Me sentía extremadamente frágil en aquel momento, si me hubiesen tocado con un dedo, me hubiera derrumbado. Sin embargo, me estaba parcialmente cómoda dentro de mi estado de fragilidad, como si ésta fuese provocada por una percepción correcta de una realidad desagradable, percepción a la cual aspiraba en mi estado normal. Por otra parte, el poner en duda si la situación realmente podría ir peor, me proporcionaba fuerza. Mínima, pero fuerza. Como si no tuviese nada que perder porque ya lo tenía todo perdido; la fuerza del superviviente, la hija de la espada y la pared, de la vida y la muerte.

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