Entre las tenues luces de las noches y las lámparas, el olor a humo, comida y palabras nos aturde lentamente. Noches de viernes, balcones y música: noches de silenciosa fiesta. Y las ideas más profundamente escondidas empiezan a brillar con luz propia: como las estrellas. Es entre carcajadas entonces, cuando se descubre lo que no se explica, la sinfonía de eso llamado amistad. Y fantaseamos con las incógnitas que nos plantea el futuro, y nos lo preguntamos todo sucesivamente; con la única intención de saber e ir respirando el momento. Como si no existiese la mente, nuestra mente; como si solamente fuésemos eso, nosotras, sin ningún tipo barrera. Sin ninguna pared de hierro u otro metal. Como si fuésemos el punto de intersección entre tres vías, la unión, la síntesis.
Y pasamos las horas perdidas en pensamientos, viendo correr el reloj y estático el marrón de las paredes. Saboreando inocentes qué será el destino, procurando mejorar, procurando sacar lo mejor de cada una de nosotras.
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