Tantos lugares en el mundo y yo estoy aquí, precisamente aquí, entre estos árboles. Entre estas aceras, una vez pisadas por mis pies, cuando todavía mantenían sus pocos centímetros de tamaño; cogida de la mano de alguien que todavía existía; viviendo una especie de utopía, sintiendo esa especie de burbuja que inexplicablemente la infancia te hace sentir. Bajando, subiendo exactamente estas escaleras y no otras.
Esperándote, años más tarde, en la esquina de este edificio verde, alimentando tus venganzas, poco a poco conociendo, como la realidad destruye esa burbuja infantil; como la verdad te revienta poco a poco esa mentira que preferías vivir. Y tú quedas mudo.
Y puede que tal vez una docena y media de años después, te pares de nuevo bajos estos mismos árboles, coordenada única en el mundo y en la que has acabado tú. Y puede que te des cuenta como las utopías van marcando un degradado en tu vida, consumidas por los segundos, poco a poco; consumidas por la experiencia, destrozadas por la despiadada realidad; como la ceniza de un cigarro. Y sigues aquí plantada, como si no existiera nada más en el mundo que estos árboles, estas aceras, tú y esta maldita forma que tiene el pasado de manifestarse.
Y entre la lluvia que cae de un lagrimal, la nostalgia perfora tus poros, agitándote en temblores, volviéndote frágil... con el único propósito de hacerte caer al suelo y dejarte allí, debilitándote lentamente, fluyendo entre el dolor con la misma serenidad con la que llegas al paraíso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario