Lo que ves es lo que hay, no busques más. No esconderé mis intenciones, ni sacaré un as de mi manga.
Mis palabras no cogerán por dos caminos, dos raíles, solo tendrán una recta intención. No te sorprenderé nunca, tal vez sea aburrida y no cambie, tampoco voy a impresionarte. En mí no existe la pasión, ni el misterio. No te dejaré con intriga, ni con ganas. Ni te daré una mitad, ni una de cal, ni otra de arena. En mí verás rutina y apagaré tu emoción; sabrás quién soy desde el primer día. No seré ni tu espejo, ni tu florero, ni tu pasatiempo. Seré ese sucio mueble gris, más liso que arrugado, más pequeño y más cansado, que encontraste en tu desván. Ese mueble que no quieres, ese mueble que no tiene más que madera, apagado.
Y si miras mi cara no verás una sonrisa que vacila entre estas arrugas, insinuando su aparición, extorsionándote entre la duda. Verás unos labios dibujando esa palabra contundente que no quieres escuchar.
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